Mi primer jardín y nuestro guardián
Historia
VIDA POTIONS
"Heaven is under our feet as well as over our heads."
He apreciado a las plantas desde que tengo recuerdos. He anhelado un jardín desde muy pequeña y estar rodeada de plantas siempre ha sido un gran placer. Sea, quizá, porque mi jardín de ideas a veces se torna inmanejable, quizá porque la belleza a veces no tiene piedad, y porque las plantas me recuerdan las bondades del Universo.
En alguno de mis destierros voluntarios, fuera de mi tierra y de mis costumbres, encontré un bálsamo de alegría, y sobre todo de paz, en el cuidado de un jardín que hice mío. Me inicié como diletante domesticadora de plantas, buscadora empedernida de belleza, simetría y perfección. El tiempo y la experiencia me transformaron y pasé de domesticadora a domesticada. Comprendí entonces que en realidad no soy más que una simple y leal servidora de ese mundo vegetal que emana de la tierra y de vez en vez de la maceta que cargo sobre los hombros, receptáculo de la tierra fértil que a veces emana de la mente humana.
El cuidado de mi jardín empieza sembrando algo muy chiquito y aparentemente insignificante: una semilla, a veces tan chiquita que apenas se puede tomar con los dedos. No obstante, en ese mundo diminuto de la semilla se esconde algo de proporciones germánicas: la intención Divina que cuando se armoniza con el Universo, genera una planta. Algunas servirán para recordarnos que la vida es bella, otras nos alimentarán, otras nos curarán, algunas incluso nos podrán hacer daño, pero todas serán un representante de la vida.
Ahora recuerdo cuando en alguna ocasión vendimos nuestra casa un cliente potencial me preguntó muy asustada: “ … pero cuántas horas requiere el cuidado de este jardín? Me pareció tan bizarra la pregunta, que sólo pude contestarle a la agente de bienes raíces: “Creo que esta casa no es adecuada para este cliente. No tengo manera de cuantificar lo que hago a diario con tanto gusto.” Casi como si alguien me hubiera cuestionado sobre las horas del día en que soy feliz. Las horas que le he dedicado a mis jardines son incontables, pero sobre todo intrascendentes. Uno cuida a su jardín como el Principito cuidó a su rosa.
Las plantas de mi jardín sufrieron sus primeras transformaciones en mi cocina. Empecé cultivando hierbas aromáticas culinarias, jitomates, tomates, pepinos, calabazas, chiles, lechugas, etc. Dichosos fueron los guisos que se beneficiaron de toda esa producción, pero más dichosos fuimos todos los que nos alimentamos con ellos. Hoy en día sigo cultivando cuanto puedo para alimentarnos, lo cual representa un auténtico placer sobre todo porque sé de dónde viene lo que nos nutre.
El asunto de hacer tinturas (extractos de plantas), experimentar haciendo cremas para la cara, sales de baño etc es un proceso que surgió después de mis primeros experimentos culinarios. Quizá como resultado de una deformación profesional. Soy química de profesión y de corazón, así que poco a poco me fui dando el lujo de hacer mis propias pócimas de belleza. Rebasar a la química en la cocina para hacer química en todas partes. Al final del día creo que el leiv motiv de mi inclinación por la química no es más que poder jugar con la idea de transformar. La química trata precisamente del juego de la transformación, de hacerse conocedora y amiga de la única constante universal: el cambio.
Por otro lado, también me motivó mi experiencia con los productos de belleza que compraba (baratos, caros y carísimos) que terminaban haciéndome más daño que beneficio: comezón, sensibilidad o a veces incluso solo sentir que traía puesta una máscara de manteca sobre la cara o una película de plástico sobre el cuerpo.
En los ratos de ocio, una persona que se ha dedicado a la química, tiene ese hábito de estar leyendo las interminables listas de ingredientes de todo cuanto consume. La lectura de etiquetas es prácticamente un ejercicio de nomenclatura química. La cantidad de ingredientes de los productos comerciales es interminable, pero además el uso y abuso de sustancias químicas sintéticas, y a veces tóxicas, es francamente intolerable.
Hastiada de utilizar todos esos productos comerciales empecé a cultivar plantas medicinales, y a hacer experimentos para fabricar productos de belleza que verdaderamente fueran de origen natural.
La historia de estos productos no es obra terminada, como todo proyecto artístico y artesanal , como todo jardín auténtico, no es nada más que el relato de la historia que no tiene fin. Así que heme aquí sembrando, regando, experimentando y transformando poco a poco todos los días.
Agradezco de corazón a todas las plantas que han poblado mi jardín por las infinitas muestras de amor que me han ofrecido. El proceso de cultivarlas que inicia asistiendo en su nacimiento, crecimiento, reproducción y recolección, termina atestiguando su muerte. Y así, estos bellos seres vivos me han dado la oportunidad de encontrar y encontrarme una y otra vez, siempre en constante transformación. Cuando la vulnerabilidad, la tristeza y la desesperanza han hecho trizas mi corazón, son las plantas de mi jardín lo que le han devuelto el propósito a mi ser y estar aquí.